La
carga simbólica de las apariciones públicas del nuevo presidente de Egipto,
Mohamed Morsi, podría hacer pensar que la transición ha llegado a buen puerto.
Primero fue en la televisión estatal, esa máquina propagandística tantas veces
utilizada por el régimen de Mubarak para criminalizar a los Hermanos
Musulmanes; el viernes en Tahrir, el plató de la revolución; ayer, una vez
jurado el cargo en el Tribunal Constitucional, Morsi habló en la Universidad
del Cairo, el mismo lugar en el que Barack Obama tendió una mano al mundo árabe
y musulmán en 2009 tras años de encontronazos; También ayer, asistió ante la plana
mayor del ejército en una ceremonia militar.
Sin
embargo, dichas comparecencia han sido contradictorias en los detalles. Ayer,
antes de que Morsi apareciera en escena en la Universidad, el conductor de la
ceremonia repetía que "el ejército y el pueblo son una mano" y se lo
hacía cantar a la concurrencia. Tal lema, tantas veces repetido tras los días
que acabaron con Mubarak, es el contrario que los seguidores de Morsi cantan
estos días en Tahrir: "Que caiga el poder militar". En la misma plaza
Tahrir, el viernes, Morsi apareció escoltado por cientos de miembros de las
fuerzas de seguridad que unos meses antes habían hecho derramar la sangre de
los revolucionarios. Las mismas que le arrestaron el 28 de enero de 2011, el
"viernes de la ira" de la revolución.
Morsi ha
repetido una y otra vez que la revolución sigue viva, pero es consciente de que
su presidencia está a la sombra de los militares. Por ello va lanzando cuñas en
sus discursos, glorificando la grandiosidad de las fuerzas armadas, pero
asegurando que pronto volverán a su verdadero lugar, que es el de proteger el
país. De momento, ayer tuvo que torcer el brazo al jurar el cargo ante el
Tribunal Constitucional, cuando se había cansado de decir que lo haría ante el
Parlamento. Juró ante el mismo tribunal, por cierto, que disolvió la cámara
legislativa.
Una vez
finalizados los actos protocolarios, con los que en teoría se cumplía la
promesa de la junta militar de ceder el poder a los civiles antes del 1 de
julio, empieza la verdadera batalla política de los Hermanos Musulmanes. En su
agenda queda utilizar la presidencia para discutir el poder a los militares,
que se lo aseguraron mediante unas enmiendas constitucionales hace dos semanas.
El poder legislativo, en manos de los generales, podrá vetar cualquier decisión
presidencial.
"El
ejército está ahí"
"El
nuevo presidente es una buena persona y un hombre respetable" decía ayer
Mina Hani mientras seguía por el televisor el discurso del nuevo presidente en
la Universidad. Pese a ser cristiano, Hani asegura no tener miedo de que el
presidente sea un hermano musulmán "porque todo el mundo le va a estar
vigilando". Para él, todo el proceso electoral es "un paso adelante
para el país", ya que "Morsi ha sido elegido por el pueblo", lo
que significa un "cambio en la arena política".
Eso sí,
Hani es consciente de que "el ejército está ahí" y sigue controlando
el país y su economía, por lo que asegura que "la revolución
continua". En un análisis más profundo, este joven de 27 años justifica la
elección de la cofradía islamista porque "a la gente le gustan aquellos
que han sido perseguidos", aunque a su vez no cree que el futuro pase por
ellos ahora que están ahí arriba. De todas formas, dice Hani, "la gente
egipcia no tiene orientación política y está acostumbrada a aplaudir al
ganador", con lo que cualquier cosa podría pasar.
Arma
de doble filo
En
declaraciones a la agencia Reuters, un miembro de la junta militar no
identificado aseguró que si los Hermanos Musulmanes "quieren imponer la
ley islámica, el ejército salvará al país". El general aseguró que
"el ejército no permitirá que el país sea conducido en la dirección
equivocada", a la vez que afirmó
que la hermandad "debe saber que las fuerzas armadas son el pilar de la
estabilidad y que la Constitución así lo debe reflejar". Así, Morsi se
enfrenta a la triple misión de agradar a la calle revolucionaria, a sus
seguidores más conservadores y a los generales.
Por
ello será clave la redacción de la carta magna, que es el próximo
paso que deberá afrontar el país. Para su redacción, la asamblea constituyente
surgida del parlamento disuelto todavía no ha recibido la aprobación de los
militares, que se guardan el derecho de anularla y formar una nueva. Morsi se
ha rodeado para la batalla política que se augura para los próximos meses de
personajes de la izquierda liberal y es posible que nombre a un cristiano y a
una mujer en su gabinete. Está por ver si todos juntos, apoyándose en la
presión popular, pueden hacer que ceda el ejército, cosa que parece improbable
después de 60 años en el poder. De momento, los Hermanos Musulmanes siguen en
Tahrir hasta que, según dicen, caiga el poder militar.
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