Embajada israelí en El Cairo

Un buen amigo, o al menos esa huella dejó en mi, me explicó que existe una película egipcia denominada "Es sifara bi-l-imara", que viene a significar "La Embajada en el Edificio". Yo no la he visto, pero parece ser que trata de un cairota que llega a su casa después de un tiempo trabajando en el extranjero y se encuentra que en su edificio de toda la vida han situado la embajada israelí. Todo lo demás, en el film, queda a manos del humor egipcio.

Más allá de la ficción, que como sabemos se ve siempre superada por la realidad, la embajada israelí en El Cairo está, efectivamente, situada en el último piso de un edificio de viviendas de 15 plantas. No sólo eso, también hace esquina con el puente de la Universidad, cuyo nombre no es aleatorio, y con la ribera occidental del Nilo. Un lugar muy céntrico y transitado a todas horas, vamos. La verdad es que desde que conozco su ubicación me he preguntado quién carajo habrá decidido ese lugar, a todas luces tocacojones.

El asunto de la embajada israelí me ha dado una lección de periodismo que no podré olvidar.

Son las 4 de la mañana y acabo de llegar de una agradable velada fuera de casa. He venido caminando por la ribera oriental en dirección sur desde el barrio de Zamalek, en la isla de Gezira, hasta mi casa, cerca de la Plaza Tahrir. En ningún caso he hallado signos de lo que estaba sucediendo unos pocos centenares de metros más al sur. Resulta que los manifestantes egipcios han asaltado la embajada, trepando por el edificio, y han provocado un conflicto diplomático, pues el embajador israelí ha abandonado el país.

Más allá de la espectacularidad de la acción, para la que hay que poner valor, no me sorprende en absoluto que la embajada sea motivo de indignación popular. No lo digo sólo por lo que sucedió el mes pasado cuando el ejército vecino mató por error, como casi siempre, a cinco soldados egipcios. No. Hay que marcharse más allá en el tiempo.

Lo primero y principal es que para los egipcios el palestino es un pueblo hermano. Raíces históricas explicadas por la geografía así lo delatan, cómo también lo hace la religión y el simple hecho de pertenecer al pueblo árabe. Luego tenemos el historial de guerras (hay un post más abajo) entre unos y otros. Y luego está la consciencia popular que dice que la mano de hierro de Mubarak era corrupta y déspota con su pueblo pero agradable con Israel. Dejemos en anecdótica la localización física de la embajada.

Había oido, entonces, que ayer había manifestación frente a la legación israelí. El objetivo era derribar el muro construído en los últimos días ante la inacabable sucesión de manifestaciones que últimamente han tenido en el puente de la Universidad su lugar de reunión. Nunca imaginé que puediesen derribar el muro, y mucho menos que uno tipos emularian al que hace unas semanas trepó por el exterior del edificio para quemar la bandera de Israel y colocar la egipcia. Pero esta vez no se quedaron ahí. Había que ir más allá, así que entraron en las salas a destrozar su interior. Papeles volaron por El Cairo.

Todo aquello fue mi error. Por la mañana acudí a Tahrir, donde se celebró la primera manifestación en 40 días, y durante la mitad del día estuve más preocupado de escribir los artículos que me tocaban, cada uno con su deadline, que de seguir lo que pasaba en el otro lugar. Sólo cuando envié lo pactado me di cuenta de que la noticia estaba en la embajada, no en Tahrir. Bueno, se puede discutir, pero la realidad de los periódicos en los próximos días así lo juzgará. Después de avisar a quien debía, y al ver que no había respuesta, me dediqué a mis cosas, olvidándome de la realidad y dejando para mañana aquello de ser periodista las 24 horas. Este post es mi manera de pedir perdón.