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martes, 3 de abril de 2012

Mutilación Genital Femenina

Reportaje publicado por la revista Igandea el 11 de marzo


Las cifras de una encuesta del año 2008 revelan que el 91% de egipcias ha sufrido la ablación genital. Es trabajo del nuevo Egipto continuar y reforzar el trabajo realizado durante los últimos diez años para su abandono.


"Tenía 11 años, nos lo hicieron a varias niñas del barrio. Mi madre me cogió, a espaldas de mi padre, que estaba en contra, y me llevó a la daya (matrona)" Neama sufrió la mutilación genital cuando tenía 11 años. vive en Dar es Salam, un pequeño pueblo a orillas del Nilo de la provincia de Sohag, unos 400 km al sur de El Cairo. Como ella, el 91% de mujeres egipcias de entre 15 y 49 años han sufrido la mutilación genital, según una encuesta nacional sobre democracia y sanidad del año 2008. Hoy, a los 30 años, Neama sigue acudiendo periódicamente al médico a causa de sus infecciones. "Luché contra la daya y cortó mal, sangré muchísimo y tuve que ir al hospital, donde me diagnosticaron anemia. Fue un trauma que todavía me duele cuando lo recuerdo."

La mutilación es una práctica ancestral, de unos 2000 años de antiguedad, mediante la cual se extirpa parte del aparato genital femenino externo. Existen cuatro tipos: 1. extirpación total o parcial del clítoris, 2. Clítoris y labios menores de la vagina, 3. Clítoris, labios menores y labios mayores, 4. Otras prácticas dañinas como pinchazos, perforaciones, raspados, o cauterizaciones, es decir, quemaduras. Ninguno de ellos tiene justificación médica y se consideran una violación de los derechos humanos. Cada año, unos tres millones de niñas están expuestas a sufrirla y se calcula que entre 100 y 140 millones de mujeres están mutiladas en el mundo, la mayoria en países africanos, Indonesia, y la zona fronteriza entre India y Pakistán.

Se suele justificar por la tradición, como algo que simplemente se hace. Se asienta en el credo de que así la chica es apta para el matrimonio, controla su deseo sexual y previene el adulterio. Una especie de ritual de purificación. El doctor Suleimán Gohar, ginecólogo en El Cairo, lo tiene claro: "si te cortan la lengua no podrás tragar, pero no por ello dejarás de tener ganas de comer". El deseo sexual está en la cabeza, no en el clítoris, pero su extrirpación afecta a la satisfacción sexual de la mujer y, por ende, a la del hombre. Neama, pese a tener 30 años, edad tardía en Egipto para el matrimonio, todavía no se ha casado, y dice estar "muy preocupada por el momento del matrimonio (institución fundamental para los egipcios). No sé que va a pasar", asegura. Pese a ello bromea: "todos los que quieren casarse conmigo tienen algún defecto, aún no he encontrado al hombre perfecto". Sea como sea, Neama está decidida a no hacérselo a sus hijas, si las tiene, y su caso convenció a sus padres de los peligros que acarrea, demasiado tarde.

No es, entonces, una práctica islámica, pues su origen es anterior. Además, es común entre musulmanes, cristianos y gentes de otros credos. El jeque Zein Elabdín, consejero en Sohag para el Ministerio de Asuntos Religiosos, asegura que "no tiene justificación religiosa" y se dedica a proclamarlo en la mezquita en el discurso de los viernes. Afirma tajante que "si se corta una parte del cuerpo se está destruyendo la creación de Diós". Recuerda, por eso, que "hay un par de capítulos del Hadith (hechos del profeta) que són interpretables, peró su autor está considerado un mentiroso".

El camino del abandono
En el año 1994 la cadena norteamericana de televisión CNN difundió un vídeo en el que se mostraba cómo mutilaban a una niña. El impacto fue mayúsculo, y durante la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Población y Desarrollo que aquel mismo año se celebraba en El Cairo, se debatió el tema abiertamente por primera vez y se acordaron programas de acción. En Egipto, el primer logro para acabar con la mutilación fue incluirla en la encuesta sobre democracia y sanidad del año 1995, cuyos resultados sorprendieron a propios y extraños: el 97% de las mujeres egipcias estaban mutiladas. El tema era, hasta entonces, un tabú: nadie hablaba sobre ello, nadie le concedía importancia, no era una cosa que la gente se cuestionara. Según el representante para Egipto del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA, en sus siglas en inglés), Ziad Rifai, al principio "se cometieron dos errores: enfocar el problema de la mutilación femenina como un problema de salud, lo que hizo que la gente pasara a ir al médico a mutilar a sus hijas en lugar de acudir a las matronas (se calcula que actualmente los médicos practican el 72% de mutilaciones); y enfocarlo como religioso, pues cuando lo llevas al terreno de la moralidad o la interpretación de la fe, tendrás argumentos de todos los gustos". Así ocurrió, multitud de jeques salieron al paso defendiendo la mutilación como islámica y acusando de "conspiración occidental" a los que la habían incluido en la agenda egipcia.

No fue hasta el año 2003, y con la implicación personal de la entonces primera dama, Suzanne Mubarak, que se creó el Consejo Nacional para la Infancia y la Maternidad (CNIM), órgano que, por un lado, debía presionar a los ministros para adaptar las leyes y sensibilizar a la población a través de la publicidad y el debate público en los medios, y, por otro, apoyar a pequeñas y medianas oenegés locales para trabajar sobre el terreno con la comunidad la erradicación de la práctica. La noticia de la muerte de dos niñas recién mutiladas en el verano de 2007 provocó un fuerte debate público y la prohibición por ley a los facultativos médicos de mutilar. La prestigiosa institución religiosa de Al-Azhar decretó mediante una fatwa que la práctica no era islámica y que quedaba prohibida, y en 2008 la mutilación se declaró ilegal según el Código Penal.

La estrategia adoptada fue trabajar con las asociaciones locales. El CNIM,, junto con las grandes agencias internacionales (UNFPA, UNICEF,...) y oenegés internacionales, se encargan tanto de la financiación como de la capacitación práctica, mientras que las pequeñas asociaciones locales, mediante gente de las propias comunidades, se ocupan de la sensibilización en el terreno. Este organigrama es necesario, pués el asunto de la mutilación es muy sensible y, en general, tal como afirma Ziad Rifai, "las comunidades son escépticas cuando saben que es el gobierno o las agencias internacionales los que quieren erradicar la mutilación, y se refugian en el argumento de que es una cuestión de la agenda extranjera". Este argumento está especialmente presente en los días post-revolucionarios que vive Egipto porqué hay un sentimiento general de rechazo para todo aquello que provenga del antiguo régimen y de su exprimera dama.

Para trabajar en pequeñas comunidades, además, se debe acopañar la sensibiización sobre la mutilación de otros asuntos relacionados con la mujer y con la comunidad. Así, se trabaja también la ley familiar, la educación, el matrimonio juvenil, la violencia de género e, incluso, se amplia con programas de desarrollo como bibliotecas, mejoras en los sistemas sanitarios... El trabajo en cada comunidad es extenso y requiere de un tiempo que se puede alargar varios años para poder ver resultados positivos. Se realizan seminarios públicos sobre religión, legalidad, sanidad y derechos de la mujer. El objetivo final es crear un clima en que gran parte de la comunidad se decida a abandonar la práctica conjuntamente, minimizando el impacto individual de romper con la tradición. Se le llama modelo de Pueblos Libres de Mutilación, e incluye declaraciones institucionales en las que el pueblo se declara libre de la práctica y anima a sus ciudadanos a unirse.

Alto Egipto
La falta de recursos, tanto financieros como humanos, ha hecho que hasta ahora casi todos los esfuerzos sobre el terreno para fomentar el abandono de la mutilación genital femenina en en el país se han llevado a cabo en el Alto Egipto (sur). Se trata de una zona eminentemente rural, a orillas del Nilo, y su sociedad es más conservadora y está peor educada que en las ciudades. Allí, los porcentajes de mujeres mutiladas aumentan. Como afirma el doctor Mahmoud Saad, que lleva 5 años atendiendo a mujeres en la provincia de Sohag, "son mayoritariamente de grado dos". En Sohag, situado en el centro del país, la oenegé italiana MAIS trabaja con cinco asociaciones locales sensibilizando sobre la mutilación, entre otros aspectos relacionados con las mujeres y el desarrollo comunitario.

Gihan actúa allí de facilitadora, hace de puente entre la oenegé y la comunidad. "El proyecto me atrajo, siempre he querido cambiar la situación de las mujeres porque nos pegan y no tenemos libertad de expresión". Pese a ello Gihan mutiló a las dos primeras de sus cinco hijas. "¡No sabía nada, ojalá hubiese tenido antes toda la información que tengo ahora!" se lamenta.

Harbi Mahmoud, de 40 años, tiene una hija de nueve y asiste a los seminarios "para recibir más información". Dice que allí no se acabó de convencer, pero que después de un viaje a Arabia Saudí sí que lo hizo. "Vi que allí no lo hacían, por tanto no podía ser un tema religioso". Entre orgulloso y triste, prosigue: "estoy decidido a no hacerselo a mi hija, pero no he podido evitar que mutilen a la hija de mi hermana". Continúa con la historia de un doctor, que "no quería mutilar a sus dos hijas, pero la abuela las mutiló. Muchas veces es una cuestión de mujeres".

Naglá trabaja en la oficina de MAIS en Sohag y explica que la mutilación suele hacerse en verano, cuando ha acabado el colegio (la media de edad en Egipto está en los nueve años y medio). "Cogen a las niñas del barrio y se lo hacen a todas, con lo que resulta difícil que una madre se niegue". Explica que muchas veces, los hombres ni se enteran, y ratifica "que muchas veces quien fuerza la situación son las abuelas o las tías". Dice también "que la familia debe estar convencida de no mutilar a sus hijas, ya que, más adelante, las niñas pueden encontrar problemas para el matrimonio y ser vistas socialmente como impuras".

Revolución y futuro
Todos los esfuerzos poco a poco van dando frutos en las comunidades donde se trabaja, pero requieren una continuidad que podría verse amenazada por la agenda política de los partidos islamistas, mayoritarios en el nuevo parlamento. Durante estos meses revolucionarios, las agendas de los distintos actores se han visto trastocadas y el asunto, tanto a nivel de financiación como en el trabajo de campo, ha quedado semicongelado. Los seminarios en los pueblos se han reducido y los cambios a nivel institucional han desconcertado a más de uno. Por ejemplo, se ha eliminado el Ministerio de Familia y Desarrollo, creado hace dos años y que integraba al CNIM. Pese a que el CNIM sigue activo, si que se han congelado los comités de distrito, los cuales nunca llegaron a funcionar, que debían haber velado por el cumplimiento de la ley y perseguir a aquellos que continuaran con la práctica. Nahla Abdel Tawab, directora del programa de salud reproductiva en la oficina regional de la oenegé internacional Population Council, asegura que "hasta la fecha sólo se perseguía legalmente en caso de muerte y que son pocas las condenas por mutilación, cosa que continuará igual por la supresión de dichos comités". Respecto al futuro, por una parte ve "complicado" que el trabajo hecho hasta ahora dé marcha atrás, pero a la vez es consciente de que "para muchos no es una prioridad ahora y el ejército, al frente del país, no quiere polemizar con los islamistas, que tienen una agenda diferente."

Pese al momento actual de dudas, Ziad Rifai, de UNFPA, cree que "la sociedad civil es fuerte y, aunque el trabajo puede verse afectado, la gente que está convencida continuará luchando y no habrá marcha atrás en el proceso". Rifai mira con optimismo al futuro y se apoya en el dato alentador de la encuesta de 2008, que decía que el porcentaje de mutiladas entre 15 y 17 años es del 75%. "Óbviamente, las mujeres que ya lo están no dejarán de estarlo, pero en pocos años se ha bajado mucho la cifra de nuevas mutiladas. Creo que en un par de generaciones podremos decir que se trata de una práctica minoritaria, cuando llegue al 40 o 50%". Puede ser, pero mientras tanto hay mucho trabajo por hacer. Las comunidades donde se trabaja han logrado reducir la práctica hasta el 30% de mujeres mutiladas pero la sensibilización sólo ha llegado, hasta la fecha, a una parte mínima de la población.-

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