En los últimos meses ha habido muchas fiestas democráticas, aka elecciones, en Egipto. Pese a todo, es lícito dudar que a la suma de todas ellas se le pueda llamar democracia. Artículo publicado hoy en Berria.
"Si
hubiéramos sabido que las elecciones parlamentarias traerían a esta gente a la
legislatura, no las hubiéramos supervisado", dijo Ahmed al Zend, líder del
Club de Jueces egipcio tras las críticas recibidas por la sentencia del caso
Mubarak. De alguna manera, el sistema judicial se tomó cumplida venganza del
parlamento el jueves, declarando a un tercio del mismo inconstitucional por no
cumplir la cuota de asientos reservados a candidatos independientes. La
resolución, que implica la disolución del único órgano elegido democráticamente
en la transición y el traspaso del poder legislativo a los militares, no ha
impedido que entre hoy y mañana se celebre la segunda ronda de las elecciones
presidenciales.
Pocos
dudan de que la sentencia del Tribunal Constitucional esté motivada
políticamente, pués sus miembros son los mismos que nombró Mubarak. Los que
creen que las elecciones presidenciales son limpias argumentan que el Consejo
Militar quiere impedir a los Hermanos Musulmanes controlar el parlamento y la
presidencia, ante la posible victoria de su candidato Mohamed Mursi. Por su
parte, los que creen que todo está preparado para la victoria del candidato continuista, Ahmed
Shafik, hablan de "sutil golpe de estado", cuya intención sería
restaurar el antiguo régimen y mantener intacto el poder del ejército.
"Esta
gente (militares) piensa: 'Por supuesto que el ejército controla
Egipto...¿quién podría hacerlo?'. Es inimaginable para ellos cuestionarse que
el ejército esté verdaderamente controlado por civiles", decía a este
periódico Issandar el Amrani, autor del popular blog 'The Arabist'. Para él,
"la situación es similar a la de los años 50, cuando los oficiales libres
(de Náser) y los Hermanos Musulmanes unieron fuerzas para derrocar al rey Faruk
y, una vez en el poder, Náser reprimió a la hermandad y cualquier otra forma de
oposición".
"No hay vuelta atrás a la corrupción de los tiempos de
Mubarak. El régimen está intentando reinventarse constantemente", dijo el
jueves Mohamed Mursi, candidato presidencial de los Hermanos Musulmanes. Mursi,
sin embargo, acató la sentencia del Tribunal Constitucional, pese a que
significa la pérdida del poder legislativo en el Parlamento que atorgaba a la
hermandad su holgada mayoría en la cámara. Para Mursi, quien confía en sacar crédito
electoral de la situación, "la
revolución está en las urnas", descartando así una retirada electoral que
otras fuerzas políticas y revolucionarias le habían demandado.
En el otro lado, el del candidato Ahmed Shafik, último
primer ministro de Mubarak, la resolución del constitucional fue celebrada como
una victoria. Pese a obviar la disolución del parlamento, Shafik se congratuló
de la inconstitucionalidad de la ley de aislamiento político aprobada en el
hemiciclo, que impedía a los miembros del régimen de Mubarak concurrir a cargos
públicos. De ser declarada apta, la ley hubiera eliminado a Shafik de la
carrera electoral.
Constitución
La secuencia lógica de la sentencia del constitucional, trás
la disolución del parlamento, llevaría a la anulación de la asamblea
constituyente que el parlamento acordó durante la semana. Pese a no ser
oficial, la toma del poder legislativo por parte de los militares llevaría a
que éstos nombraran una nueva asamblea que, de todas formas, estaba en el aire
debido a la retirada de los partidos liberales. Por segunda vez, la mayoría que
formaban Hermanos Musulmanes y salafistas en el hemiciclo había llenado la
asamblea de figuras islamistas, provocando la repulsa de los sectores de
izquierdas.
"Queríamos un compromiso con los Hermanos
Musulmanes", explicaba Mahmud Salem, bloguero conocido como 'Sandmonkey'
que concurrió sin éxito a las parlamentarias. "Para ellos la presidencia y
para nosotros (liberales) la constitución... tenemos que asegurarnos que los
derechos civiles quedan reflejados", decía. Los Hermanos Musulmanes no
accedieron a pactar, con lo que perdieron el apoyo del sector revolucionario de
cara a las elecciones.
Las elecciones
En las dos últimas semanas, la sentencia a Mubarak, la
formación de la asamblea constituyente y la resolución del Tribunal
Constitucional han compartido el interés mediático con la campaña electoral.
Una campaña de entrevistas en la televisión y ruedas de prensa basada en la
descalificación del adversario. Shafik acusa a los Hermanos Musulmanes de
instigar la 'batalla del camello' durante los días de la revolución, mientras
que Mursi basa sus opciones en acusar a Shafik de mubarakista y en intentar
recopilar los votos de los revolucionarios. Poco o nada han escuchado los
egipcios sobre programas electorales y sí sobre lo mal que irá el país en caso
de que gane el otro.
Shafik o Mursi. Gane el que gane, estará a merced de los
designios del Consejo Militar, pués no tendrá una constitución 'revolucionaria'
ni un parlamento en los que apoyarse. Si gana Shafik, la transición habría
llegado al punto de partida, aunque para Issandar el Amrani "simplemente,
no pueden salirse con la suya". Si vence Mursi y acata los mandatos del
ejército, "dejaría muy poco espacio para el juego político de los otros partidos
durante los próximos años", augura. Para Mahmud Salem, que boicoteará los
comicios, la elección "es entre una dictadura militar secular
antirrevolucionaria y una dictadura islamista antirrevolucionaria".
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