Pero como siempre, llega la rutina. Te acostumbras. Por la mañana vas al frente a intentar conseguir una historia, unas imágenes. Cuando decides volver, te pasas por el hospital esperando no encontrar mucho dolor. Hay días que te revuelven las tripas.
Y los estruendos de la batalla se incorporan a tu vida y los asimilas. Si estás de broma y escuchas un estruendo, sigues con la broma. Es como si no hubiera pasado nada. Nadie le da ya importancia, ha sido lejos.
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