Me gusta escribir en el blog, pero me gustaría más que algún editor me diese un poco de espacio en un periódico. Y que me pagase por ello.

martes, 13 de noviembre de 2012

Acorralados en el frente

Publicada en Berria  el 13 de noviembre. Los hechos relatados corresponden al 31 de otubre. Las dos últimas fotos de esta galería de Alberto Prieto ilustran el relato.

Los miembros del batallón Shuhada al Mara'a (Mártires de Mara'a, un pueblo de la provincia de Alepo) eran el miércoles la avanzadilla en el frente norte de Karmal Yabal. El lugar es uno de los principales puntos de fricción entre el ejército rebelde y el regular desde hace semanas, con lo que está totalmente destrozado. No queda una sola casa ni edificio al completo.

El Ejército Sirio Libre parte en esa zona con una desventaja, además de la armamentística, pues el terreno tiene desnivel y debe atacar en subida. La misión es siempre intentar acercarse lo máximo posible al ejército de Assad para poder destruir sus blindados, ya que su infantería apenas hace acto de presencia.

El grupo avanzó al lugar escogido atravesando un complejo laberinto de casas de dos pisos conectadas por agujeros en las paredes. Es la forma de evitar ser vistos y alcanzados. Solo había una dificultad, al final, pues había que cruzar una calle posiblemente amenazada por un francotirador. Pasaron sin problemas. Los chavales, tranquilos y de forma rutinaria, se aposentaron en un pequeño almacén y se dispusieron a comer algo de Humus.

Antes de acabar el almuerzo, unos gritos que decían "Allahu Akbar" (Dios es el más grande), se escucharon en la entrada de la estancia. Un rebelde yacía con la mirada vacía, alcanzado por el francotirador en la parte derecha del pecho, y sus compañeros, sin conocimientos médicos, se dirigían al divino mediante una suerte de extremaunción.

El nerviosismo empezó a adueñarse del batallón, de unos 20 miembros, sabedores de que estaban acorralados. Las dos calles perpendiculares estaban tomadas por tanques y un francotirador vigilaba la única vía de escape, una puerta blanca semiabierta en mitad de la calle destrozada. Una intensa balacera dominó el resto de la jornada, amenizada con cañonazos dirigidos a la parte de la calle opuesta al almacén, pues no tenían línea de fuego directa con el mismo.

Ante la situación, dos rebeldes decidieron cargar con su compañero caído y aventurarse hasta la puerta blanca. En una carrera torpe, cuando estaban a un metro de la salvación, una ráfaga cayó sobre ellos. No resultaron gravemente heridos porque las balas impactaron en el cuerpo inerte, que cayó al suelo mientras los otros dos buscaban cobijo. Sus compañeros, indignados, empezaron a disparar desde la calle sin objetivo en rango.

Tres hombres decidieron avanzar hacia la casa vecina, también a través de un agujero en la parte trasera de la estancia, con la intención de acabar con el francotirador y tirar unas granadas caseras al tanque. No tuvieron éxito. Al cabo de un rato, de nuevo los gritos de "Allahu Akbar" hicieron presagiar los peor. Uno de los expedicionarios, con un tiro en la cabeza, entró a manos de sus compañeros en la estancia dejando un reguero de sangre. Con un pañuelo cubriéndole la herida, su respiración, inconsciente e irregular, mantuvo al grupo decaído durante media hora hasta que se apagó.

El desanimo reinó a partir de entonces en los gestos de los soldados. Rezaban, caminaban, pedían refuerzos. Intentaban buscar alguna solución para cruzar con seguridad. Las horas pasaban y algunos aprovecharon el polvo que surgió del impacto de un cañonazo para correr hacia la puerta, con suerte, mientras los demás buscaban la fuerza para correr. A esas alturas estaba ya claro que la operación había resultado un fracaso.

La última intentona de los rebeldes para despistar consistió en encender un fuego prendiendo una rueda de camión y haciéndola rodar hasta el medio de la calle. El humo, se suponía, creaba una cortina para despistar al verdugo. Pero esas intentonas eran siempre respondidas con balaceras, e incluso cañonazos disuasorios. Uno de ellos, que impactó al otro lado de la calle, hirió levemente a dos rebeldes con la metralla.

Seguía pasando el tiempo y la noche empezaba a caer. No quedaba ya otra alternativa que esperar a la total oscuridad para lanzarse a la carrera por la vida. Así fue. Los soldados, cansados de la situación, decidieron disparar sus RPG (bazocas). Tras la correspondiente balacera, una vez se hizo el silencio, cruzaron uno tras otro al grito, una vez más, de "Allahu Akbar". El francotirador no atinó. Estaban a salvo, pero eran dos menos.

Al menos tres soldados rebeldes más cayeron el miércoles en otros puntos de Karmal Yabal, territorio hostil para sus intereses. Este tipo de misiones, ciegas, son comunes allí y no es raro que se conviertan en ratoneras. Ni la preparación de los combatientes, ni sus armas, ni su estrategia dan para mucho más.

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