Porque Mahienour es una revolucionaria
de verdad.
Su nombre está ligado al de Khaled
Said, a quien se compara con Mohamed Bouazizi. Si la muerte del
segundo, quemándose a lo bonzo, hizo saltar la chispa de la revuelta
en Túnez, se puede decir que la del primero sumó un motivo al
hartazgo general que dirigió a los egipcios a la plaza Tahrir.
Pero Khaled Said no se suicidó. A
Khaled Said lo mataron dos policías que entraron en el cibercafé
donde estaba blogueando para después sacarle a la calle y acabar
propinándole una paliza fatal.
“Mahienour fue esencial en el
movimiento que se creó tras la muerte de Khaled Said. Ella fue la
primera en convocar una manifestación en solidaridad con la
familia”, cuenta Aida Seif, una mujer en sus sesenta que fundó,
hace más de 20 años, el Centro Nadeem para la Rehabilitación de
las Víctimas de la Tortura, y que ahora está metida de lleno en el
movimiento que exige la liberación de la activista.
Los policías que mataron a Khaled
debieron creer que saldrían de rositas, como salen casi todos en
este país. La causa oficial de la muerte de Khaled, en un principio,
era que se había drogado, pues habían encontrado un paquete con
drogas en su cuerpo. Una invención para encubrir a los oficiales.
Pero la revuelta estalló y la calle
pidió justicia. El caso de Khaled era demasiado simbólico y los dos
policías fueron condenados a penas de siete años de cárcel, al
contrario que las decenas de policías de mayor o menor rango que han
sido absueltos, en los últimos años, de los cargos de asesinato de
manifestantes.
Tal como llegó, la revuelta se fue
apagando y la calle egipcia se dio cuenta de que poco o nada había
cambiado. Los militares creyeron que las manifestaciones en contra
del Hermano Musulmán, Mohamed Morsi, les dotaban de legitimidad, y
se quitaron la máscara. Dieron, primero, un golpe de estado
aplaudido abastamente en la calle y, después, reinstauron las
políticas totalitarias y las costumbres más oscuras del régimen de
Mubarak.
Tras la masacre de Rabaa y la posterior
caza de brujas contra los Hermanos Musulmanes, cuyos miembros pueblan
las cárceles del país, el nuevo antiguo régimen inventó también
una arma contra la tercera vía, aquella que quiere un país
democrático de verdad, sin imposiciones islamistas ni militares, y
sacó la ley de protesta.
Con este panorama, el abogado de los
policías que mataron a Khaled Said vio la oportunidad para sacarles
de la cárcel. Dijo que el chaval se había suicidado y que todo
había sido un complot sionista para acabar con el régimen de
Mubarak. Resucitó aquello de que Khaled se había drogado y
consiguió una revisión del juicio a principios de 2014.
Mahienour, claro, protestó delante del
juzgado el día de la vista. La arrestaron junto a otros activistas y
la condenaron a dos años de cárcel por protestar. Porque protestar
está prohibido. Pero no fue a la cárcel directamente, por la
apelación. Mahienour vivió durante meses con la condena, hasta la
semana pasada, cuando el juez ratificó la sentencia de dos años.
Así es como el Estado se ha vengado de
una chica incansable. Sus protestas por la muerte de su conciudadano
alejandrino “encendieron la chispa de la revolución del 25 de
enero”, como dice Aida Seif, y hoy, tres años después, sus
protestas contra la revisión del juicio a los policías que le
mataron la han llevado a la cárcel. “Dice algo de dónde estamos
ahora con respecto al 25 de enero (de 2011, fecha de la revuelta que
acabó con Mubarak)”, cuenta Seif, resignada.
Porque Mahienour es una revolucionaria
de verdad. Porque, después de ser sentenciada, rehusaba hablar sobre
ella y continuaba ayudando a todo aquél que se lo pedía, incluido
un servidor. Porque, desde su posición de abogada, ha estado siempre
al lado de los obreros explotados, de la gente que iba a ser
desalojada de su casa, de los refugiados sirios... Y siempre con
optimismo, con una sonrisa perpetua.
Seguro que Mahienour estará contenta
porque los policías que mataron a Khaled Said siguen en la cárcel.
Seguro que cuando ella salga, cuando sea, seguirá luchando contra
las injusticias, porque como ella dice, “no nos gustan las
cárceles, pero no les tenemos miedo”.
P.D.: Ah, sí, esto es la previa de las
elecciones... Bien, los egipcios están votando en estos momentos al
hombre que simboliza todo aquello contra lo que Mahienour ha luchado.
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