Me gusta escribir en el blog, pero me gustaría más que algún editor me diese un poco de espacio en un periódico. Y que me pagase por ello.

lunes, 26 de mayo de 2014

Previa electoral: Mahienour está en la cárcel

La venganza es un plato que se sirve frío y el Estado egipcio lo sabe, porque es lo que ha hecho encarcelando a Mahienour al Masry. Este simple hecho, el de encarcelar a opositores, digo, no es extraño en Egipto, más bien cotidiano, pero el caso de esta chica esconde un profundo simbolismo.

Porque Mahienour es una revolucionaria de verdad.


Su nombre está ligado al de Khaled Said, a quien se compara con Mohamed Bouazizi. Si la muerte del segundo, quemándose a lo bonzo, hizo saltar la chispa de la revuelta en Túnez, se puede decir que la del primero sumó un motivo al hartazgo general que dirigió a los egipcios a la plaza Tahrir.

Pero Khaled Said no se suicidó. A Khaled Said lo mataron dos policías que entraron en el cibercafé donde estaba blogueando para después sacarle a la calle y acabar propinándole una paliza fatal.

“Mahienour fue esencial en el movimiento que se creó tras la muerte de Khaled Said. Ella fue la primera en convocar una manifestación en solidaridad con la familia”, cuenta Aida Seif, una mujer en sus sesenta que fundó, hace más de 20 años, el Centro Nadeem para la Rehabilitación de las Víctimas de la Tortura, y que ahora está metida de lleno en el movimiento que exige la liberación de la activista.

Los policías que mataron a Khaled debieron creer que saldrían de rositas, como salen casi todos en este país. La causa oficial de la muerte de Khaled, en un principio, era que se había drogado, pues habían encontrado un paquete con drogas en su cuerpo. Una invención para encubrir a los oficiales.

Pero la revuelta estalló y la calle pidió justicia. El caso de Khaled era demasiado simbólico y los dos policías fueron condenados a penas de siete años de cárcel, al contrario que las decenas de policías de mayor o menor rango que han sido absueltos, en los últimos años, de los cargos de asesinato de manifestantes.

Tal como llegó, la revuelta se fue apagando y la calle egipcia se dio cuenta de que poco o nada había cambiado. Los militares creyeron que las manifestaciones en contra del Hermano Musulmán, Mohamed Morsi, les dotaban de legitimidad, y se quitaron la máscara. Dieron, primero, un golpe de estado aplaudido abastamente en la calle y, después, reinstauron las políticas totalitarias y las costumbres más oscuras del régimen de Mubarak.

Tras la masacre de Rabaa y la posterior caza de brujas contra los Hermanos Musulmanes, cuyos miembros pueblan las cárceles del país, el nuevo antiguo régimen inventó también una arma contra la tercera vía, aquella que quiere un país democrático de verdad, sin imposiciones islamistas ni militares, y sacó la ley de protesta.

Con este panorama, el abogado de los policías que mataron a Khaled Said vio la oportunidad para sacarles de la cárcel. Dijo que el chaval se había suicidado y que todo había sido un complot sionista para acabar con el régimen de Mubarak. Resucitó aquello de que Khaled se había drogado y consiguió una revisión del juicio a principios de 2014.

Mahienour, claro, protestó delante del juzgado el día de la vista. La arrestaron junto a otros activistas y la condenaron a dos años de cárcel por protestar. Porque protestar está prohibido. Pero no fue a la cárcel directamente, por la apelación. Mahienour vivió durante meses con la condena, hasta la semana pasada, cuando el juez ratificó la sentencia de dos años.

Así es como el Estado se ha vengado de una chica incansable. Sus protestas por la muerte de su conciudadano alejandrino “encendieron la chispa de la revolución del 25 de enero”, como dice Aida Seif, y hoy, tres años después, sus protestas contra la revisión del juicio a los policías que le mataron la han llevado a la cárcel. “Dice algo de dónde estamos ahora con respecto al 25 de enero (de 2011, fecha de la revuelta que acabó con Mubarak)”, cuenta Seif, resignada.

Porque Mahienour es una revolucionaria de verdad. Porque, después de ser sentenciada, rehusaba hablar sobre ella y continuaba ayudando a todo aquél que se lo pedía, incluido un servidor. Porque, desde su posición de abogada, ha estado siempre al lado de los obreros explotados, de la gente que iba a ser desalojada de su casa, de los refugiados sirios... Y siempre con optimismo, con una sonrisa perpetua.

Seguro que Mahienour estará contenta porque los policías que mataron a Khaled Said siguen en la cárcel. Seguro que cuando ella salga, cuando sea, seguirá luchando contra las injusticias, porque como ella dice, “no nos gustan las cárceles, pero no les tenemos miedo”.

P.D.: Ah, sí, esto es la previa de las elecciones... Bien, los egipcios están votando en estos momentos al hombre que simboliza todo aquello contra lo que Mahienour ha luchado.

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