Me gusta escribir en el blog, pero me gustaría más que algún editor me diese un poco de espacio en un periódico. Y que me pagase por ello.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Vuelve la revolución

Artículo publicado el día 23 de noviembre en Berria sobre los aconteciomientos en la plaza Tahrir. Le quito los dos primeros párrafos, que hablan sobre el discurso del líder militar Tantawi para hacerlo un poco más intemporal. El artículo se publicó con un mapa de la zona de los enfrentamientos Esto es lo que ha ocurrido los últimos días...

Mientras la cifra de manifestantes pidiendo la caída del régimen militar aumenta en las calles de las ciudades egipcias, el mariscal Tantawi pronuncia un discurso muy semejante al de Mubarak antes de caer el pasado 11 de febrero.

Pequeños desagravios pueden llegar a tener grandes consecuencias. Si en diciembre un joven tunecino provocó la revuelta en su país al quemarse a lo bonzo, y con ella las demás, esta vez ha sido un desalojo violento de no más de un centenar de manifestantes pacíficos el que ha puesto en jaque al Consejo Militar que rige Egipto desde la caida de Hosni Mubarak. Para dar más dramatismo a la escena, la mayoría de desalojados del corazón de la plaza Tahrir el pasado sábado eran familiares de los mártires de la revolución que entre el 25 de enero y el 11 de febrero de este año empezó a girar la historia de Egipto.

Pocos dudan de que lo que se está viviendo estos días en el centro del Cairo, extendido a la mayoría de ciudades del país, es la segunda ronda de la revolución. El régimen militar, que nunca dejó de serlo desde el golpe de estado al rey Faruk en 1952, ya no se puede esconder tras la sombra de un dictador como Mubarak y ahora se ve expuesto a las iras de un pueblo que pide masivamente su renuncia y el pronto traspaso de poderes. Si en enero la gente gritaba que "el ejército y el pueblo son una mano", hoy el pueblo pide su renuncia.

El mariscal Mohamed Hussein el Tantawi, líder de las fuerzas armadas, jugó sus bazas cuando obligó a Mubarak a dimitir. De este modo evitó una matanza mucho mayor de la ocurrida (murieron 847 personas) al interponer al ejército entre las fuerzas de seguridad del ministerio del interior y los manifestantes que llenaban las plazas de las ciudades egipcias; las protestas acabaron y la imagen del ejército salió reforzada. A partir de ahí, su gestión deficiente de la transición y sus ansias para mantener el poder mediante una declaración de principios constitucionales han desenmascarado sus intenciones y han vuelto a sacar en masa a los egipcios a la calle. Muestra de que poco ha cambiado es la gestión de los medios de comunicación estatales, que estos días llaman "aliens" a los manifestantes, aseguran que "no son egipcios" y acusan, como siempre, a una indefinida "mano extranjera" de los incidentes.

La batalla de Tahrir
Después de la masiva manifestación del pasado viernes, en que decenas de miles de personas pidieron una fecha próxima para el traspaso de poderes en Egipto y la eliminación de los principios supraconstitucionales, un pequeño reducto se quedó a pasar la noche con intención de no moverse hasta que las demandas se cumplieran. No era un grupo grande, como el que llenó la plaza durante tres semanas el pasado mes de julio, y no hubo resistencia para la violencia utilizada. Jahid, un joven de la clase media acomodada fue de los primeros en llegar. "Cuando la gente se enteró fue hacia la plaza a luchar y poco a poco el efecto llamada empezó a funcionar". Sobre las tres de la tarde del sábado, un millar de manifestantes habían conseguido hacerse con un furgón policial, que acabaron quemando, y la batalla de la calle Mohamed Mahmud ya se había iniciado. Desde entonces y hasta la finalización de este artículo, miles de potes de gases lacrimógenos C2 (ilegal en muchos países), balas de goma y fuego real han caído sobre los manifestantes sin descanso, como también las piedras y los cócteles molotov han caído sobre las fuerzas de seguridad egipcias.

El movimiento fue creciendo a lo largo del sábado y consiguió mantenerse durante la noche con un relativamente corto número de manifestantes. "El domingo fue mi cumpleaños y lo celebré tirando piedras en Tahrir de madrugada", relataba Hazem Hader, otro activista de clase media, mientras enseñaba su mochila llena de material médico y vitaminas preparada para una nueva jornada en el frente. Durante la madrugada del sábado al domingo murieron los dos primeros mártires de la nueva revolución, uno en El Cairo y otro en Alejandría.

El punto de inflexión en la protesta, lo que la convirtió en masiva, fue la intervención del ejército del domingo por la tarde. Sobre las cinco de la tarde, soldados acompañados de los cuerpos de seguridad central, entraron a fuego en la plaza Tahrir para quemar las pocas tiendas de campaña que se habían plantado en el centro e intentar dispersar a los manifestantes. Pese a que en principio lo consiguieron, en hora y media tuvieron que retirarse ante el empuje de la gente. Imágenes de brutalidad policial contra los detenidos en directo en Al Jazeera, así como cuando un soldado arrastro un cuerpo inerte para soltarlo sobre un montón de basura, acabaron por indignar a los que todavía no se habían decidido a acercarse a la plaza. Unas 18 personas más murieron el domingo.

Cabe reseñar que la intervención militar del domingo por la tarde es un hecho sin precedentes. Durante la revolución de enero, el ejército se negó a intervenir y protegió a los manifestantes, pero esta vez acudió a la llamada de las Fuerzas de Seguridad Central, un cuerpo paramilitar antidisturbios creado en 1977 para evitar el contacto directo entre la prestigiosa institución militar y los ciudadanos. Como sugiere un artículo de Evan Hill en la web de Al Jazeera, todavía hoy las FSC, plagadas de generales de la época de Mubarak, funcionan independientes del Consejo Militar que rige el país y quieren demostrar su poder, al sentirse menospreciadas por la población. A causa de la intervención del domingo, el ejército ha pedido perdón y ha sugerido que su papel "sigue siendo el de proteger a los manifestantes". Efectivamente, no ha vuelto a intervenir, pero tampoco ha protegido a nadie y sus tanques se pueden ver muy cerca de los de las FSC en la calle Mohamed Mahmud.

Solidaridad
Los eventos del domingo convirtieron en masiva la protesta. La lucha contra las FSC, parapetadas en la calle Mohamed Mahmud, no ha cesado. La mecánica es simple, hordas de manifestantes, en su mayoría jóvenes, entran al ataque con piedras que toman de desmantelar las aceras y retroceden ante las espesas nubes de gases lacrimógenos. Lo hacen desde la misma plaza, pero también de las que conectan con Mohamed Mahmud desde la paralela calle Tahrir. El gas lacrimogeno atonta y ciega a cualquiera que se acerca a la zona y las balas de goma y, en ocasiones, el fuego real, hieren a los que se atreven con el frente. Muchos de ellos se apuntan el teléfono de casa en el brazo por si mueren o resultan heridos. Los activistas aseguran que les apuntan a la cabeza.

La idea de atacar a las FSC es la de proteger la plaza Tahrir, escenario nuevamente histórico donde miles y miles de personas se manifiestan sin descanso para renovar sus ansias de libertad. La gente en Tahrir está feliz y la unidad es total: barbudos salafistas, imberbes liberales, mujeres, niños y ancianos, peinados femeninos al viento y rostros escondidos tras un niqab, ricos, pobres. Todo el mundo está en Tahrir, de nuevo.

Tal unidad se ve reflejada en los actos de la gente. Unos y otros esperan en segunda linea con soluciones liquidas para rociar los ojos irritados por los gases; médicos dan los primeros auxilios en diversas clínicas improvidadas en distintos puntos de la plaza; motos transportan hasta las 'clínicas' a los heridos en los frentes más lejanos de las calles Mansur y Falaky a toda velocidad por la calle Tahrir, a través de un cordón humano que evita accidentes; gente no creyente que forma barreras de protección mientras un grupo de personas se pone a rezar; donaciones de material médico, mantas, comida y bebida procedente de todos los puntos de la ciudad a través de convocatorias por internet. Un sentimiento emocionante que ya se vivió el pasado invierno y que ha vuelto al corazón de los egipcios.

"El ejército es Mubarak", asegura Saad Ibrahim, Imán salafista de 32 años en una mezquita de Alejandría que se ha acercado al Cairo para unirse a las protestas. "Yo soy salafista, pero todos somos uno", asegura. Ali Hasan, contable de 35 años, responde contundente al ser preguntado por su color político: "Eso no importa, todo el mundo está en la plaza". Farida, una joven recién licenciada ayuda con un dosificador lleno de una solución química mezclada con agua cerca de la calle Falaky a los que vuelven del frente encegados "porqué ellos son egipcios y yo (ella) soy egipcia".

2 comentarios:

  1. Gracias Sergi por mantenernos tan bien informados desde el ojo del huracán. Un abrazo.

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  2. Sergi sigue escribiendo, que aqui hay mucho que contar y pocos escrbiendo con una pluma tan fina como la tuya

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