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martes, 14 de febrero de 2012

Intento (fallido) de huelga un año después de Mubarak

Publicado en Berria el 12/02

Cumplido un año exacto de su renuncia al cargo de presidente egipcio, Hosni Mubarak comparecía ayer por enésima vez ante el tribunal que le juzga. El raís se había perdido la última sesión porque una tormenta de arena hizo imposible que el helicóptero que le traslada habitualmente desde el hospital en el que languidece a la sala de vistas pudiera despegar. Con numerosas demoras y aplazamientos, el juicio al dictador se alarga ya desde el pasado 3 de agosto y debería acabar la semana que viene.

"El juicio está siendo limpio y acorde a la ley egipcia" cuenta Yusef Shukri, abogado de dos de las víctimas de la revolución y, por tanto, parte acusatoria en el proceso. No obstante, Shukri reniega de la "falta de cooperación por parte del Ministerio del Interior y la inteligencia egipcia, y la falta de pruebas contra Mubarak", en parte porque el acusado tuvo dos meses para borrar evidencias y por la poca presión del fiscal general. Así, el abogado y activista no cree "que se le acuse por matar a los manifestantes durante la revolución, pero sí debería ser acusado por no ser capaz de proteger a su pueblo como jefe de estado", según reza la ley egipcia. Al final, según Shukri, todo dependerá de la visión del juez, a quién describe como "fiable y conocido por su independencia".

Pese a cumplirse un año de la caída de Mubarak, no es su juicio lo que despierta más interés en las calles egipcias, que mirán más al futuro que al pasado, en un ambiente de constante tensión y violencia cuyo último episodio dejó 74 muertos en un estadio de futbol y cinco días de disturbios en el centro del Cairo y otras ciudades egipcias. Una espiral de violencia que se repite mensualmente desde septiembre y con muchos actores implicados. Primero fueron los incidentes alrededor de la embajada israelí; en octubre fue la manifestación de cristianos que acabó con 26 muertos; en noviembre los enfrentamientos de Tahrir, con 46 muertos; en diciembre los incidentes frente al edificio del consejo de ministros, con 15 muertos, y, finalmente, los aficionados ultras futbolísticos y su tragedia. Todo ello hace buenas las palabras que Mubarak pronunció antes de resignar, "o yo o el caos", y apunta al Consejo Superior de las Fuerzas Armadas como principal responsable por su incapacidad de dirigir una transición limpia, y no hace más que culpar a "la mano extranjera que quiere destruir Egipto".

Desobediencia civil
Es por todo ello que las fuerzas revolucionarias han recurrido a una campaña de desobediencia civil para forzar la renuncia del poder militar. Una herramienta, la huelga general, no utilizada hasta ahora en el último año pero que vuelve a los orígenes del movimiento 6 de Abril, fundado en 2008 para apoyar una huelga de trabajadores en la zona del delta del Nilo. Esta vez, decenas de movimientos revolucionarios, asociaciones de estudiantes universitarios, partidos políticos de tendencia socialista y sindicatos independientes han convocado el parón, que no obstante resultó inapreciable en las calles.

En Mahala, lugar de aquella huelga de 2008, el coordinador del movimiento revolucionario 6 de Abril, Amr Osama, reconoce que "la huelga no ha triunfado", argumentando que "para triunfar hay que ir a la calle a convencer a la gente y no convocar la huelga por internet". Reda Abu Elmuati, director del sindicato independiente de la industria del algodón en Mahalla asegura que, pese "a que las condiciones de los trabajadores no han mejorado en el último año, sobretodo en lo que respecta a los salarios -entre 80 y 160 euros-, no es el momento adecuado para ir a la huelga" debido al crítico momento que vive la economía egipcia.

Pese a la reticencia de muchos para seguir la huelga, hubo más de 200 sindicatos independientes que la secundaron, como el de los trabajadores del puerto de Ain Sukhna, uno de los más importantes del país, situado al sur del Canal de Suez. También la siguieron los afiliados a la federación de profesionales y artesanos de la construcción, tal como reconocía su director, Medhat Hussein. "La situación no ha mejorado, los sueldos son bajos y no hay seguros médicos ni pensiones dignas", decía Hussein, quien pedía la dimisión del poder militar y un mayor reconocimiento a los sindicatos por parte del gobierno de transición.

Los Hermanos Musulmanes no se apuntan
Los Hermanos Musulmanes, que ocupan casi la mitad del nuevo parlamento egipcio, no han secundado la huelga general. Mahmud Hussein, su secretario general, afirmó en la página web de la hermandad que la desobediencia civil "es muy peligrosa para los intereses del país y su futuro", aseverando que si se llevase a cabo, "llevaría a la desintegración y caída del estado". Los otros partidos más votados, el Nur de los salafistas y el nacionalista Wafd, tampoco apayaron la medida.

Por su parte, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas hizo público un comunicado la semana pasada en el que concluía que la huelga tenía como objetivo "destruir el estado y dejar que el caos y la ruina triunfen", añadiendo que la institución "no sucumbirá ante las amenazas ni aceptará ningún dictado". Como resultado de la postura de las partes dominantes en el país, la televisión pública hablaba de "conspiración" y el periódico oficial Al Ahram titulaba el pasado sábado que "la gente rechaza la desobediencia".

Sigue así el tira y afloja entre el poder establecido y las fuerzas revolucionarias más activas, que siguen reinventándose y reivindicando la retirada de los militares a los barracones, justicia social y mayor protagonismo en el futuro de Egipto.

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