La
operación militar de la kativa Ahbab el Rasul (Queridos del Profeta) consiste
en hostigar al ejército regular sirio lanzando algunas granadas caseras. Cuando
acaba el ataque, los quince soldados rebeldes no saben qué daño han causado a
su enemigo, pero se muestran triunfantes y orgullosos de su trabajo. Uno de
ellos asegura haber matado a "seis perros de Assad" pero es imposible
de confirmar, nadie ha visto al enemigo.
El modus operandi es sencillo. Los rebeldes entran a un edificio de viviendas situado en la calle que controlan, en el barrio de Amariya. Suben hasta el último piso y, desde uno de los apartamentos, acceden al edificio cuya entrada está en zona del régimen mediante un agujero en la pared. Algunos cubren las escaleras del edificio allanado para asegurarse de que los soldados de Assad no suban, otros lanzan las granadas a través de una trampilla en el techo del edificio. Se hace el estruendo cuando algún rebelde empieza a disparar por el hueco de las escaleras, quizás nervioso, pero no hay contacto directo con el enemigo.
La posición que defiende la kativa está situada en el extremo occidental de la zona rebelde de Alepo, en la línea que conforman los barrios de Saif el Daula, Saladino y Sukari. Los hombres de Assad apenas responden a estas operaciones y evitan el cuerpo a cuerpo, aunque intentan castigar las posiciones rebeldes con artillería. El juego se traduce en mucha destrucción urbanística y pocos logros militares. Llevan así semanas.
El
norte
Como en
el patio del colegio, el líder de la kativa dispone a la veintena de rebeldes
en fila india, pegados a la pared. Caminando por un entramado de callejuelas,
paredes agujereadas y casas particulares, el grupo llega sin peligros a lo que
parece un pequeño almacén textil en el barrio de Karm el Jabel. Una vez allí,
el jefe da las últimas indicaciones a sus chicos, espetándoles a usar la lógica
para minimizar los riesgos. Empieza lo serio y tienen que cruzar una calle vigilada
por un francotirador para continuar con su expedición e intentar crear pequeñas
bases fijas. El grupo consigue sortear al francotirador, que dispara a los
pies, y se pierde al final de la calle.
Al cabo
de un rato, una balacera hace retumbar las paredes en todo el barrio. Jóvenes
rebeldes suben a lo alto de un edificio con sus RPG (bazocas) pero no lo
disparan, pues no consiguen avistar el tanque de Assad. El monstruo sigue
abriendo fuego, pero los rebeldes siguen en sus posiciones, seguros de que no
corren peligro. No hay ofensiva y sigue el macabro juego de ahora disparo yo,
ahora disparas tu.
El
barrio de Karm el Jabel está en una de las líneas más disputadas de la ciudad,
junto a los barrios de Arkub, Soleiman Halaby y Bustan el Basha. Los rebeldes
aseguran haber ganado algo de terreno en este frente durante las últimas
semanas, pero su mantenimiento es complicado. En algunos puntos, intentan
rodear a los batallones más avanzados del ejército sirio, que disponen de
tanques para defenderse. La geografía de la batalla es aquí irregular, pero se
mueve en una franja inamovible. Hoy avanzo yo, mañana avanzas tu.
La
ciudad vieja
Para
llegar al viejo mercado de Alepo por el éste hay que cruzar una avenida que
hace semanas que perdió su alma. Está custodiada por francotiradores de Assad.
Solo rebeldes y algunos civiles se aventuran a cruzarla, sabedores de que mucha
gente ha perdido allí la vida. Una vez en el otro lado, el panorama es
desolador. Todas esas callejuelas del mercado milenario vacías, algunas tiendas
destrozadas por los cañonazos de los tanques y el silencio más absoluto que
solo rompe el sonido de la batalla.
Un poco
más al oeste la kativa Soleiman Farsi hace semanas que intenta cortar el único
salvoconducto de abastecimiento del ejército sirio hacia la ciudadela.
"Intentamos cortar el camino desde la mezquita (de los Omeyas, la más
grande de la ciudad) hacia la ciudadela, pero ellos avanzan con tanques",
explica Abd el Rauf Asman, líder del batallón. La lucha es encarnizada y el ejército
de Assad no está dispuesto a perder la ciudadela, puesto estratégico desde el
que dispara su artillería hacia los barrios rebeldes y desde donde sus
francotiradores controlan 360 grados.
Al otro
lado de la avenida del francotirador, la ciudad vieja es mayormente rebelde. La
línea que separa a los dos ejércitos es muy fina, de pocos metros, pero
inmóvil. El Ejército Sirio Libre (ESL) tiene bases cada pocos metros
custodiadas por dos o tres soldados, que controlan con espejos, e incluso
videocámaras, que el enemigo no avance. Los combates en la línea de Qastal
Harami son extraños. Solo hay que mantener la posición a la espera de
acontecimientos.
Estancamiento
A
grandes rasgos, el éste de Alepo es rebelde y el oeste de las tropas de Assad,
aunque los primeros se adentren por el sur y los segundos por el norte. Curioso
es el caso de los barrios kurdos del norte de la ciudad, que se declararon
neutrales y actúan de frontera entre ambos ejércitos. También el caso
estratégico del aeropuerto, situado en el sureste y controlado por el régimen,
así como las afueras de la ciudad hacia el sur.
Ante
toda esta geografía de la guerra, los habitantes tienen claro por dónde se
pueden mover y por dónde se arriesgan, aunque los que habitan en los barrios
controlados por el ESL saben que en cualquier momento les puede caer un
mortero. El martes, en el barrio de Hanano, alejado del frente, un impacto en
una panadería causó 20 víctimas mortales, la mayoría trabajadores cuyos cuerpos
calcinados quedaron irreconocibles. Los civiles sigue siendo los que más
pierden en esta batalla estancada.
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